24/08/2021 | 2 minutos de lectura


En el último tiempo hemos visto el auge de startups chilenas que han alcanzado la categoría de unicornios (término acuñado por la inversionista de capital de riesgo estadounidense Aileen Lee para referirse a aquellas que alcanzan una valoración de US$ 1.000 millones).

A Crystal Lagoons se sumó Cornershop y, más recientemente, NotCo. Además, existen candidatas “centauros” (valorización sobre U$100 millones), como Betterfly, que podrían convertirse en los nuevos unicornios en un futuro próximo.

Y es que el ecosistema de innovación local ha tenido un despegue en los últimos años producto de políticas de incentivo en la dirección correcta, el apoyo del sector privado a través de la inversión y, especialmente, de que contamos con el talento que tiene las habilidades necesarias para hacer de una buena idea una empresa exitosa.

Pero no basta. Más allá de que esto sea una buena racha para el emprendimiento, debemos hacer esfuerzos a nivel público privado para mantener y propiciar las condiciones necesarias para que Chile sea cuna de muchos más unicornios, centauros y little ponies.

¿Por qué hacerlo? Simple: la economía está viviendo un proceso de transformaciones profundas, y quienes entiendan que la innovación es la condición sine qua non para el desarrollo de las sociedades serán los ganadores al final del día.

Como en todo, lograr lo anterior no es posible si no se cuenta con el talento adecuado. Es acá donde surgen preguntas: ¿Estamos generando ese talento? ¿Hemos puesto foco en calzar la educación (a todo nivel) con las habilidades que requiere el mundo actual y futuro?

Una economía dominada por empresas tecnológicas e innovadoras exigirá talentos que, primero, sean capaces de flexibilizar sus estructuras de pensamiento para adaptarse a nuevos lenguajes y de cambiar paradigmas obsoletos. Además, que cuenten con las habilidades que requieren las organizaciones en este nuevo entorno, como son la agilidad, la adaptabilidad, la resiliencia y la correcta lectura de señales ambientales y sociales, por nombrar sólo algunas.

Un tema que no deja de ser preocupante, ya que son interrogantes que –al menos- no forman parte de las conversaciones sobre el futuro de Chile, especialmente en el politizado escenario en el que estamos hoy.

El riesgo de no hacer los cambios necesarios es desperdiciar la oportunidad de ser un país cuna de “unicornios”, “centauros” y “ponies” porque no fuimos capaces de generar el talento para un mundo que, aunque suene mágico, será implacable con quienes no aprendan a entenderlo.

Columna de Alejandra Aranda para Pulso – La Tercera.

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