20/02/2023 | 3 minutos de lectura


“Hoy, el gran desafío de las organizaciones pasa por entregar condiciones no solo que no perjudiquen, sino que aporten bienestar. Actualmente vemos pequeñas iniciativas interesantes, como la instauración de pausas activas, snacks saludables o descuentos y capacitaciones en esta línea. Son pasos en la dirección correcta, pero falta integrar la preocupación por el bienestar a la estrategia de las organizaciones.”

Fuente: La Tercera – Pulso

Las variables ESG son cada día más relevantes en la alta dirección de las empresas. El cuidado del medio ambiente, la relación con la comunidad y los criterios de gobernanza interna, entre otros, son desafíos que han tomado fuerte visibilidad en la agenda.

En ese contexto, hay problemáticas con menor visibilidad y que podrían ser críticas en el mediano y largo plazo en el desarrollo consciente de las organizaciones. Un ejemplo: la preocupación por la vida saludable.

Hay cifras que vale la pena mirar. Solo considerando la diabetes, el número de adultos con esta enfermedad en América, se ha triplicado en los últimos 30 años, según el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Al menos 62 millones de personas viven con diabetes en este continente. Si se mantienen las tendencias actuales, se estima que la cifra llegará a los 109 millones en 2040. Sin considerar que alrededor del 40% de los que padecen de diabetes no son conscientes de ello.

Según datos de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 que realiza el Minsal, el 12,3% de la población adulta nacional presenta esta condición.

Una pandemia silenciosa en desarrollo, que tarde o temprano va a generar importantes efectos a nivel social, además de perjudicar la productividad y la economía.

La preocupación por la salud ya es un tema que está influyendo en los portafolios de inversión. La exposición al azúcar, por ejemplo, es una variable que está empezando a considerarse en las valoraciones de las empresas. En un insight de Schroders se mencionan tres “catalizadores” que podrían afectar la rentabilidad de empresas, principalmente de alimentos y bebidas “dulces”: mayor conciencia de la sociedad, nuevos impuestos con aumento de restricciones y mayores costos por disputas legales.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vida saludable es una responsabilidad personal, pero que depende en gran medida de que las condiciones laborales no intervengan en factores protectores de una buena salud física, como son la alimentación, actividad física y descanso. Sin considerar el ámbito de la salud mental, un capítulo aparte. Hoy, el gran desafío de las organizaciones pasa por entregar condiciones no solo que no perjudiquen, sino que aporten bienestar.

Actualmente vemos pequeñas iniciativas interesantes, como la instauración de pausas activas, snacks saludables o descuentos y capacitaciones en esta línea. Son pasos en la dirección correcta, pero falta integrar la preocupación por el bienestar a la estrategia de las organizaciones.

Para aportar en la discusión, un artículo del Harvard Business Review destaca la necesidad de promover el autocuidado físico y mental en los colaboradores como un factor crítico para las organizaciones. “Se deben entregar herramientas y generar conciencia, no se trata sólo de bienestar, sino de la sostenibilidad de las personas, el recurso más valioso de la organización y de la sociedad”, señala el reporte.

En Chile aún queda mucho por avanzar. Ya hay una creciente conciencia sobre la responsabilidad social de las empresas, hemos revisados nuestros procesos para el cumplimiento de estándares en la interacción con la naturaleza y el entorno. ¿Se puede hacer el mismo ejercicio respecto a la promoción de una vida saludable?

*Ornella Bono es socia directora de Humanitas/ Cornerstone Chile.

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