21/03/2022 | 2 minutos de lectura


Si Facebook ahora se llama Meta se explica porque Mark Zuckerberg quiere apropiarse de un concepto que, según advierte, será nuestra nueva o alternativa realidad. No lo inventó él, sino Neal Stephenson en su novela de hace más de treinta años llamada “Snow Crash”, y viene del griego “meta” (más allá) y la contracción de universo: un universo virtual, compuesto por una red infinita de mundos, situaciones y experiencias en las que personas podrán interactuar a través de avatares. El paralelo con películas como Matriz es inevitable y, probablemente, la forma más fácil de entender algo tan inmenso y complejo que cambiará nuestra forma de vivir y relacionarnos entre nosotros.

Por ende, cambiará el mundo de los negocios y la forma en que las organizaciones se relacionan con las personas. Probablemente muchas empresas abran su experiencia a todos, y esa sea la forma de acercarse y lograr la transacción del bien o servicio como parte final de una relación que se construyó anteriormente.

Si es bueno, malo, o simplemente terrorífico es un tema que da para una larga discusión. Lo cierto es que seguramente llegará y debemos prepararnos para eso. De hecho, ya está se está instalando. Hay marcas como Nike y BMW que ya están trabajando en esta dirección.

Quizás no nos demos cuenta cuando podremos comprar ropa en una tienda y vestirla para una reunión virtual en forma instantánea. Todo esto, en un mundo que no conocerá barreras de idioma ni espacio, lo que ofrece posibilidades infinitas.

La relación de las personas con el trabajo también será otra. No sólo avanzaremos hacia una especie de presencialidad virtual, en oficinas 3D que permitan tener reuniones grupales, sino que muchos puestos desaparecerán, y se crearán otros nuevos.

Quizás nunca terminemos de entender este nuevo Metaverso que se avecina, pero lo cierto es que, nos guste o no, llegará cambiando hábitos, lenguaje y la forma de relacionarnos.

Todo esto supone infinitas oportunidades para las empresas en términos de las experiencias que pueden ofrecer, pero es clave que estos desafíos sean debidamente anticipados y abordados desde las organizaciones.

Quién sabe, puede que ya llevemos mucho más tiempo del que creemos viviendo en un Metaverso, con acceso ilimitado a información que podemos tomar o desechar a discreción. Pero ¿Estamos realmente eligiendo, o nos están presentando realidades pre-hechas? ¿Somos capaces de distinguir lo real de lo virtual? Si la respuesta no la tenemos ciara hoy, el futuro es aún más incierto.

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