24/02/2022 | 2 minutos de lectura


Durante una conversación con una directora de empresas surgieron algunas preguntas cuya respuesta aún no está clara: ¿Cómo hacer efectivo el trabajo híbrido? ¿Cómo replantear y hacer eficiente una presencialidad que será acotada? Finalmente, ¿Cómo atraigo y retengo el talento? Llegamos a algunas conclusiones: perdimos elementos virtuosos que nos entrega el “cara a cara”.

La interacción directa entre colaboradores tan necesaria en los procesos de planificación e innovación- permite instancias de mayor cercanía que aportan al fortalecimiento del equipo. También ganamos. El trabajo remoto nos ayudó a generar nuevos sistemas de relaciones basados en la confianza, a optimizar los tiempos y, en muchos casos, mejorar nuestra calidad de vida. Ante esa realidad resulta indispensable replantear y, en muchos casos, rediseñar la cultura de la organización.

El tiempo presencial de muchas personas en sus respectivos lugares de trabajo será un bien restringido y, por ende, debe adquirir un mayor valor dentro de la empresa. Cómo le doy valor es clave, y depende en gran medida de los liderazgos internos. Esto se enmarca en el cambio de la relación empleador-colaborador, ya que hoy se necesita una genuina preocupación por entender y mejorar la “experiencia del colaborador”. ¿Qué se necesita para comprometer, motivar y generar adhesión? Algunos elementos pueden ser la disponibilidad de los liderazgos y jefaturas, seguridad, propósitos claros y comunicación, por nombrar algunos.

El talento, por su parte, está exigiendo más flexibilidad de tiempo y el riesgo de no escuchar es perderlo. Lo plantea McKinsey en un artículo publicado hace poco: Es minuto de parar y resetear. Es momento de conversar con los colaboradores y, en conjunto, ir reconfigurando una nueva forma de trabajo. Por ahora las soluciones son prueba y error, cada fórmula va a depender no solo del rubro, si no que de la cultura actual o la que espero instalar. Ideas hay muchas, cada grupo tiene que identificar las propias y compatibilizarlas con los objetivos corporativos. Finalmente, el ideal es que nadie termine una instancia presencial pensando: “Esta reunión podría haber sido un mail”.

Publicado el 24 de enero en La Tercera Pulso

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