24/11/2023 | 2 minutos de lectura


“El medio es el mensaje, es la célebre máxima de Marshall McLuhan, quien la dijo mucho antes de la existencia de tantas apps y dispositivos. ¿Qué pensará ahora? Lo cierto es que hoy tanto el medio como el mensaje son importantes, y ambas dimensiones merecen cuidado, tanto para el bienestar personal como el de la organización”.

“¿Es esta información confiable?” “¿Es la fuente de esa información también confiable?” Preguntas como esas son frecuentes en la actualidad, porque vivimos en uno de los períodos más cambiantes, inciertos y acontecidos del último tiempo, momentos en que los medios de comunicación se atomizan cada vez más, poniéndonos un desafío “extra” de tener que hacer un proceso de evaluación más exhaustivo antes de calificar la veracidad de los mensajes que nos llegan.

Estamos ante un escenario donde imperan dos elementos que antes no existían: una comunicación asincrónica y eternamente replicable. En el pasado, los mensajes caducaban más fácilmente, se transportaban en físico, tenían destinatarios definidos y se aceptaba que los tiempos de respuesta fueran mayores. Hoy, hay que lidiar con esa presión de la inmediatez al contestar, y definitivamente ya no tenemos control: una foto, audio, video, lo que sea, puede ser viralizado contra nuestra voluntad.

Si nos vamos al mundo organizacional, hay ciertamente un impacto. Hoy, medios de comunicación personales como WhatsApp son, también, herramientas de trabajo. A la vez que nos habla una amiga o un hijo, nos puede contactar un jefe o un cliente; en ese sentido las fronteras de lo personal y lo laboral se empiezan a enredar, y ya no es tan poco común encontrar a personas que tienen dos chips, como una forma de proteger el espacio de desconexión, a la vez que minimizar la probabilidad de errores. Ejemplos de esto último hay muchos, a veces demasiados (quién no ha equivocado el destino de un comentario, con vergonzosas consecuencias). Comentado fue el caso de la exjefa de prensa de un ministerio, quien grabó una reunión privada y, por error, la difundió a periodistas. Las consecuencias de esto pueden ser desastrosas no solo para quien comete el error, sino para la organización a la que representa.

Por lo mismo, tenemos que tomarnos este tema seriamente al interior de las empresas. Características como la transparencia y la oportunidad, así como una correcta evaluación del contexto en el que nos encontramos, sin duda ayudan a que el “correo de las brujas” que -de la mano de la tecnología- está funcionando demasiado bien, sea contrarrestado. Aún no es tarde para definir algunas reglas y buenas prácticas del uso de estos canales de comunicación cuando se está representando a la organización. La experiencia acumulada de los “chascarros” nos ayuda a manejar la ansiedad de responder sin pensar y de usar la tecnología a nuestro favor para agilizar, pero anticipando riesgos de mal uso de información.

“El medio es el mensaje” es la célebre máxima de Marshall McLuhan, quien la dijo mucho antes de la existencia de tantas apps y dispositivos. ¿Qué pensará ahora? Lo cierto es que hoy tanto el medio como el mensaje son importantes, y ambas dimensiones merecen cuidado, tanto para el bienestar personal como el de la organización.

* Ornella Bono es socia fundadora y Directora de Humanitas Cornerstone.

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