11/11/2019 | 2 minutos de lectura


Aún estamos tratando de entender y procesar los hechos recientemente ocurridos en nuestro país. Pasará tiempo antes de que podamos sacar lecciones y aprendizajes, con un análisis realizado desde la ponderación y con la altura de miras que la situación requiere. Lo que sí se puede concluir es que el escenario cambió, y que el mensaje nos llegó como una bofetada.

Lo anterior es especialmente importante para las empresas y organizaciones: parte del descontento social se dirige al sector privado, y quienes no acusen recibo con premura y de manera estratégica ponen en riesgo su sostenibilidad.

Resulta una obviedad, más aún cuando llevamos tiempo hablando de este nuevo entorno, más desafiante e incierto, pero deja de ser tan obvio cuando vemos que aún queda mucho por avanzar.

Esto exige nuevos liderazgos que generen un cambio de paradigma desde la rentabilidad económica hacia una rentabilidad social, en que la reputación y efecto positivo de las empresas en las personas sea percibido como un capital, y valorado como tal.

De acuerdo con un estudio realizado por el World Economic Forum, cerca del 25% del valor de mercado de una empresa está directamente relacionado con su reputación, lo que convierte a la gestión y manejo de este tema en un eje estratégico para la sostenibilidad de cualquier empresa o entidad.

Todo ello ha tenido efectos en la búsqueda de talento y conformación de equipos. Uno de los principales es que, más allá de las habilidades “higiénicas”, tengan conciencia de este escenario en que lo meramente comercial ha dado paso hacia una rentabilidad social. Se trata de perfiles que integran lo higiénico con habilidades y trayectorias diversas, de talentos con una mayor conciencia social, con empatía y un fuerte sello innovador para generar nuevas instancias -disruptivas, muchas veces-, de impacto positivo en la sociedad.

Una buena imagen reputacional les da a las organizaciones una especie de “licencia social” para poder funcionar y desarrollar su negocio. En efecto, esta “aprobación social” es hoy más clave que nunca para llevar adelante el plan estratégico de la organización. Pero, como todo, requiere del liderazgo y el talento indicados que entiendan su calidad de crítica, y por lo mismo la gestionen y manejen como tal.

Columna publicada en La Tercera Pulso el 22 de octubre de 2019.

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