24/03/2022 | 18 minutos de lectura


Un jurado independiente que se reunió a fines del año pasado eligió homenajear en esta versión del galardón a María Luz Marín, fundadora de Viña Casa Marín; a los hermanos Eduardo y Cristóbal della Maggiora, fundadores de Betterfly; a Soledad Ovando, subgerenta de Asuntos Públicos de BancoEstado, y a SMU, representada por su gerente general, Marcelo Gálvez. En esta ocasión, además, se entregará un reconocimiento especial en memoria de Alejandra Aranda como Ejecutiva del Año, en manos de su esposo Hernán de Solminihac.

– Ejecutiva del Año
Hernán de Solminihac y premio en memoria de Alejandra Aranda: ‘Hemos aprendido mucho del aporte que tuvo su trabajo en distintas organizaciones públicas y privadas’

‘La conocí cuando los dos éramos estudiantes universitarios’, dice Hernán de Solminihac, sobre su esposa Alejandra Aranda, madre de cuatro hijos y fundadora de Humanitas Executive Search, quien falleció en octubre del año pasado.

El exministro y director de Clapes UC cuenta que, luego de terminar su carrera de Ingeniería Civil, la universidad lo contrató como profesor y envió a estudiar fuera de Chile, por lo que ambos tenían que decidir qué harían, porque ella —cuatro años menor— aún no se titulaba. Se casaron y ambos se fueron a Estados Unidos. Él hizo sus posgrados —Master of Science y PhD de la U. de Texas at Austin—, y ella terminó su Bachelor of Business Administration y luego un MBA mención Finanzas en esa misma casa de estudios. ‘Ahí me di cuenta de su entusiasmo y excelente forma de trabajar’, destaca.

Al volver a Chile, Alejandra trabajó en el Banco de Chile y en empresas de asesorías y, posteriormente, emprendió una firma consultora dedicada a la búsqueda de altos ejecutivos, tanto en Chile como en el extranjero, donde fue socia fundadora de Humanitas Executive Search, organización de la cual era presidenta, ‘donde además pudo plasmar su veta social, diversidad, equidad de genero, nuevos liderazgos y tecnologías con mira al desarrollo de país’, comparte De Solminihac.

En 2012 Aranda fue nombrada Chair para Latinoamérica de Cornerstone International Group (CIG) y también fue fundadora de la organización internacional Women Corporate Directors. En 2016, en tanto, fue nombrada directora de AmCham y destacada como una de las 100 Mujeres Líderes de El Mercurio en tres oportunidades.

Cuando fue consejera del Sistema de Empresas Públicas (SEP), ella se encargó gratuitamente de la búsqueda de los directores de las empresas públicas, donde las mujeres alcanzaron más de un 50% de participación. ‘Como familia nos enorgulleció conocer este gran esfuerzo de ella’, dice De Solminihac.

Y agrega: ‘Nos emociona recorrer la trayectoria profesional de Alejandra. Hemos aprendido mucho de los desafíos que debió enfrentar en este camino y del aporte que tuvo su trabajo en distintas organizaciones públicas y privadas’, precisa, destacando su compromiso y amor por su familia.

‘Es un orgullo para nosotros que hoy la sala del Consejo del SEP lleve su nombre’, concluye.

– Empresaria del Año
María Luz Marín: ‘Pedí ayuda financiera y todos dijeron que no. Era una idea extremadamente audaz. Arriesgué y me tiré a la piscina (…) Poniendo a Lo Abarca en el mapa mundial’

‘El vino es mi pasión. Me levanto todos los días con entusiasmo’, dice María Luz Marín, la fundadora de Viña Casa Marín. Nacida en Santiago en el seno de una familia de clase media esforzada, fue la menor de cuatro hermanos, y estudió en el colegio San Gabriel. Su padre se dedicaba al comercio y no tenía estudios universitarios, por lo que —recuerda la empresaria— la impulsaba a que ella tenía que ser profesional. María Luz reconoce que no tenía muy claro qué quería hacer y entre las varias carreras a las que postuló, su primera opción fue Sicología, pero al final, impulsada por su padre, terminó en Agronomía en la U de Chile. Carrera que, recuerda, no se le hizo fácil los primeros tres años, e incluso pensó en retirarse, hasta que en cuarto comenzaron las especialidades, tuvo una clases de viticultura, y fue el inicio de todo. ‘La ampolleta se me prendió’, cuenta, sin saber que su vida como enóloga, ejecutiva y luego empresaria en la industria sería un camino difícil, y en muchos sentidos. ‘Cuando comencé era un terreno de hombres, y sigue siendo de hombres’, enfatiza, a lo que se suman problemas como la sequía —’dependemos de la naturaleza’, remarca—, y en una industria de una competitividad altísima, donde cada día aparecen nuevos vinos en el planeta.

Debutó como enóloga en Viña San Pedro, en una época en que la compañía era parte del grupo Wagner y Stein (Guillermo Stein) y donde se enfrentó a un mundo solo de hombres, ‘a mi lado, arriba, abajo. Había solo una mujer, que era la secretaria’, rememora. Y ella, mujer y joven, recién salida de la universidad, tuvo que pedir ayuda, lo que derivó en que le pusieran un asesor. Y tras un primer intento fallido, el escogido fue Emilio de Solminihac, quien había sido su profesor, y que aun hoy maneja la viña Santa Mónica. ‘Fue mi mentor’, recuerda, lo que se tradujo en que le abriera el apetito no solo por conocer la labor técnica del trabajo en las vides, sino también expandirse a todo el funcionamiento del negocio, la parte comercial, a dónde se vendía etc. Hasta que su relación con San Pedro terminó tras llegar nuevos dueños a la compañía, el grupo Rumasa, que redujo personal.

Ahí comenzaría para María Luz Marín una nueva etapa, de sucesivos trabajos vinculados a grupos internacionales que llegaron a Chile para invertir. Primero, ya en los 80, con el grupo holandés Kronenberg, en el negocio frutícola, asesorándolos en la compra de frutas para exportación. Luego, el grupo francés Ballande, que quería aterrizar en Chile comprando una viña, en una época en que la industria vitivinícola chilena no era la boyante de hoy: en esos años el 95% de la venta era mercado interno y productos de bajo precio, y arribaba este grupo francés que quería invertir en viñedos para exportar vino.

María Luz Marín podría haber seguido con ellos tras la asesoría, pero implicaba que debía trasladarse a vivir a Talca, y ella, separada y con dos hijos, tomó la decisión de quedarse en Santiago. Se le presentó una nueva oportunidad, esta vez de la mano del grupo inglés Private Liquor Brands (PLB), en un modelo de negocio que tampoco en esos años existía: comprar vino a granel para embotellarlo en Gran Bretaña y venderlo a supermercados, como Tesco. Con ellos Marín estuvo cinco años, del 90 al 95, siendo la gestora tras este naciente negocio del vino a granel. Compraba la materia prima de diversos proveedores de uva, arrendaba las bodegas, y ensayaba las mezclas incluso en su propia cocina, siguiendo las directrices y las medidas que le pedía PLB. El resultado fue un negocio que creció de manera inusitada en volúmenes, llegando a posicionarse como los terceros exportadores de vino a granel chileno. ‘Fue exitoso’, recuerda.

Pero nuevamente la inquietud de Marín la llevaría ahora al camino propio. Visualizaba que la industria chilena estaba cambiando, había internet y se estaba dando la comercialización más directa, a la par que crecía la industria embotellada. Factores que fueron el impulso para decidir que había llegado el momento de hacer algo propio y armar su viña, con su propia marca.

El lugar escogido fue Lo Abarca, una zona ubicada cerca de Cartagena y San Antonio, debido a que era una zona cercana a donde su familia había tenido un campo y además estaba cerca de Santiago. Claro que el hecho de que no era un valle ya probado o tradicional para esta industria, y que tuviera condiciones muy extremas y austeras, fueron dificultades que tuvo que sortear. ‘Pedí ayuda financiera y todos dijeron que no, no conseguí financiamiento. Lo hice sola. Pregunté a gente si quería hacer este proyecto y no tuve aceptación. Era de mucho riesgo, desconocido, nadie quiso. Era una idea extremadamente audaz. Arriesgué mi plata en el vino, que me había dado tantas satisfacciones, y me tiré a la piscina’, cuenta, sobre un proyecto que se especializó en blancos (el 70% de su negocio), cuya primera cosecha data de 2003 y que en 2018 conseguiría una Denominación de Origen (DO). ‘En Chile las DO se dan por regiones —Casablanca, Colchagua—, y yo soy la única viña de ese valle, poniendo Lo Abarca en el mapa mundial’, dice con entusiasmo, sobre una iniciativa que exporta el 80% de su producción y que partió vendiendo en Inglaterra a un precio muy superior al mercado, unas 15 libras esterlinas por botella, frente a 7 libras de la media local. Hoy se venden en promedio a 19 libras esterlinas. Además, en 2009, la prestigiosa revista Decanter distinguió a su sauvignon blanc como el mejor del mundo.

Con 100 hectáreas —de las cuales 40 están en producción—, hoy en Viña Casa Marín también se han integrado sus dos hijos al negocio. Felipe, quien estudió Viticultura en Sonoma, California, y luego Enología en Marlborough, Nueva Zelanda, trabaja en la parte técnica y el campo. Y Nicolás (ingeniero civil informático) ve la parte logística y finanzas. Además, su nuera (esposa de Felipe), está a cargo del área comercial. Todo esto llena de satisfacción a María Luz Marín. ‘He gozado al ver que mis hijos están en esto’, dice, y rememora un encuentro que en 2018 tuvo con otras mujeres de la industria europea, de bodegas de Italia, Francia y Portugal, en el que todas eran décimas generaciones o más, de chateau antiguos. ‘Y yo era la primera generación. Estoy poniendo la primera piedra’, dice.

Su historia empresarial incluso llamó la atención de realizadores brasileros, que hicieron una película documental con su historia. Bajo el título ‘Una mujer y El Vino’, la obra es una realización de la productora Mercado Filmes (Nilson Rodrigues), quien partió el proyecto antes de la pandemia. El documental está terminado y a la espera de estreno.

Con la pandemia, Viña Casa Marín quedó stand by con un proyecto de establecer también un hotel boutique. ‘Está aprobado’, cuenta María Luz Marín.

– Empresa Destacada en Diversidad e Inclusión
SMU: ‘Es un tema cultural muy fuerte (…) hay convicción’

‘La diversidad e inclusión es parte esencial de SMU, es un tema cultural muy fuerte’, explica Marcelo Gálvez, el gerente general de la compañía, quien detalla que a su arribo a la firma ‘había mucha convicción’.

Ese sello cultural lo han plasmado en lo que denominan CERCA, acrónimo de cercanía, excelencia, respeto, colaboración y agilidad. Y se aterrizan, por ejemplo, en programas que abordan la diversidad e inclusión en discapacidad física y cognitiva, género, generacional (con foco en adultos mayores) y migrantes.

Los resultados en género, por ejemplo, muestran que en la plana ejecutiva en Chile 40% son mujeres y en Perú la cifra es aun mayor, 50%. Y a nivel total de compañía, en torno al 60% son mujeres.

Ingeniero comercial de la UAI y con un MBA en la U. de Bath, Gálvez ingresó a SMU en marzo de 2011, tras una carrera de 25 años en lo que hoy es Walmart Chile: 23 años cuando era D&S (marzo de 1988 a diciembre de 2010) y dos tras aquella compra de la gigante americana.

Cuenta que su decisión en 2011 de migrar a SMU se dio porque visualizó similar estilo empresarial del que había visto en D&S, de mucho espacio interno para innovar. Partió como gerente general de SMU supermercados (excluía Perú y Construmart de su competencia), luego asumió una vicepresidencia de estrategia y recursos humanos y llegó a la gerencia general de SMU, en 2013.

En materia de planes de desarrollo y tras cerrar en 2021 con resultados históricos en la compañía —’el mejor año desde que partió (2008)’, enfatiza Gálvez—, cuenta que el plan que sigue contempla tanto aperturas físicas como e-commerce. Serán 10 aperturas de supermercados en Chile (siete Unimarc, 2 Alvi y 1 Super 10), con lo que totalizarán 389 salas en el país. Y en Perú abrirán cinco Maxi Ahorro, llegando a 25 tiendas en este formato. Para Mayorsa no hay planes de expansión en tiendas (son seis actualmente).

Y junto a esas tiendas físicas, a mediados de año van a completar a nivel nacional la cobertura de Unimarc.cl (hoy están en 10 regiones) y en el tercer trimestre debutarán con un centro de distribución 100% robotizado y dedicado a e-commerce, ubicado Lo Barnechea.

– Emprendedores del Año:
Eduardo y Cristóbal della Maggiora: ‘Nuestro propósito es proteger el futuro de 100 millones de personas. Nos vemos como una compañía global’

Según su propio relato, fueron varios episodios de la vida de Eduardo della Maggiora los que fueron pavimentando el camino de lo que hoy es Betterfly, la insurtech que ya suma un equipo de casi 600 personas de 17 nacionalidades, y que con operaciones en Chile y Brasil y más de 3 mil empresas partners, este año se expandirá a México, Ecuador, Colombia, Perú, Argentina y Centroamérica. Y para 2023 tiene proyectado dar el salto a España, Portugal y Estados Unidos.

Pero vamos por parte. Eduardo della Maggiora (41) cuenta que a los 14-15 años era fanático del tenis. De la misma generación de Fernando González, su sueño, ‘y lo que quería hacer el resto de mi vida’, enfatiza, era jugar tenis. Pero ocurrió lo impensado. Su papá sufrió un paro cardiorrespiratorio, hubo meses de mucha incertidumbre, y al final, ‘no solamente perdí a una de las personas que más he querido en la vida, sino que la situación económica de mi familia cambió radicalmente’, relata, sobre una situación complicada, porque no había seguro de vida, un producto muy caro y complejo de entender. Se acababa la ilusión del tenis, tuvo que trabajar para pagarse la universidad y entró a la UC a Ingeniería Civil (en tecnología de la información), convencido de que, como el mayor de tres hermanos, sacándose buenas notas iba a poder ayudar a su familia. Luego desarrolló una carrera por 10 años en JP Morgan en Chile y NY, viendo fusiones como la de Walmart y D&S, o Lan con Tam.

Con el fallecimiento del padre, hace ya 20 años, ‘Eduardo pasó a tener un rol conmigo cuando yo tenía 12 años. Era el 50% del tiempo papá y el 50% hermano. A lo largo de la vida, lo seguí muchas veces en los dos roles’, complementa Cristóbal della Maggiora (35), presidente de Betterfly desde hace un año.

Luego ocurrió otro hecho inesperado que pondría a los hermanos nuevamente de frente con la fragilidad de la vida. A su mamá le diagnosticaron una leucemia agresiva. Entonces, tras una reflexión interna, Eduardo della Maggiora optó por un cambio de vida, renunció a JP Morgan y se fue a África por seis meses, a un voluntariado a Moshi, un pueblo al norte de Tanzania, a enseñar inglés y matemáticas a un colegio rural en que prácticamente la mitad de los alumnos sufría desnutrición.

En esos mismos días, navegando en internet, se cruzó por causalidad con un video del ironman de Hawai. Y se propuso que al regresar a Chile iba a retomar el deporte.

Ya de vuelta en el país, en 2015, empezó a entrenar para el triatlón, y fue pedaleando en Farellones donde estas diferentes piezas empezaron a encajar en su mente: cómo hacer que la pérdida de kilos y calorías en exceso se pudieran traspasar a otros que lo necesiten, cómo conectar la obesidad y la desnutrición usando la tecnología. Este propósito social fue el origen, en 2018, de Burn to Give. Y a esta ecuación integró además el seguro de vida, con el objetivo de que fuera un producto asequible y tangible no solo para una minoría, y distribuido con la simpleza de un contrato tipo Netflix. Así surgió Betterfly, que nació oficialmente en noviembre de 2020.

Su hermano Cristóbal lo siguió desde el día uno. Ingeniero comercial de la UNAB, también había seguido el mismo derrotero que su hermano, y tras trabajar en JP Morgan —los hermanos coincidieron, aunque en jurisdicciones distintas, Eduardo ya estaba en NY y Cristóbal en Chile—, se sumó a Burn to Give. ‘No lo pensé mucho. Me tiré un piquero, no sabía cómo íbamos a seguir, pero sabía que algo había ahí. Soy el empleado número dos, la espalda de Eduardo, ayudando en la ejecución’, dice. ‘Es mi partner. Ha estado apoyando en todos los roles, hoy desde Brasil’, agrega el CEO.

El modelo de negocios implica que empresas adhieren a Betterfly para ofrecer a sus empleados una plataforma de beneficios que además incluye un seguro de vida por un valor base de $2.990 mensual per cápita, de modo que sea un producto masivo y asequible. Y estos beneficiarios, en la medida en que desarrollan acciones de vida saludable a través de la aplicación, aumentan su cobertura de seguro de vida y además pueden realizar donaciones a causas sociales.

Betterfly —estructurada en Delaware como una Public Benefit Corporation— ha levantado recursos por US$ 200 millones. En una primera ronda semilla, de 2018, entraron grupos chilenos, y luego vinieron tres rondas de financiamiento. La serie A, por US$ 18 millones en diciembre de 2020, y en la que ingresaron los fondos QED Investors y Endeavor Catalyst. La serie B, en junio de 2021, por US$ 60 millones, a la que aportaron nuevamente los dos fondos ya mencionados, e ingresaron DST Global, Valor Capital y el brazo regional de Softbank. Y la ronda C, en febrero de 2022, por US$ 125 millones, a la que nuevamente concurrieron QED Investors y DST Global y en la que ingresaron Glade Brook Capital, Greycroft, Gaingels y Lightrock, este último el fondo de impacto más grande del mundo, fundado por el príncipe de Liechtenstein.

Eduardo della Maggiora explica que con estos recursos ya levantados no requerirían nuevas rondas para el plan de expansión que viene en los próximos 24 meses, que para el crecimiento en América Latina está sustentado en una alianza con la compañía de seguros Chubb —hoy en Chile operan con Security y en Brasil con Icatú—, y para Perú, que será Interseguro (del grupo Interbank). En la región, con la excepción de Panamá y Costa Rica, están listos para empezar en los próximos meses. Ya están los country manager y equipos, lo que hará que sumen unas 500 personas más en los próximos 12 a 24 meses.

Con este crecimiento, la gobernanza de Betterfly se ha fortalecido y a su directorio se han ido sumando representantes de los fondos. Junto a Eduardo y Cristóbal della Maggiora, hay tres directores externos —Martín Molina, de Albatross Capital; Mike Packer, del fondo QED, y Paul Hudson, de Glade Brook Capital—, y hay otras dos sillas, que pertenecen a los fundadores, en proceso de llenar, buscando perfiles distintos e integrar mujeres al directorio, dice el CEO. ‘Cristóbal y yo tenemos el control de la compañía’, agrega. Además hace cuatro meses se sumó a la compañía Juan Pablo Larenas (fundador de Sistema B), como Chief Impact Officer.

¿Qué viene en la hoja de ruta de largo plazo? ‘Nuestro propósito es proteger el futuro de 100 millones de personas. Eso habla de la ambición que tenemos y de lo que queremos hacer. Nos vemos como una compañía global’, dice el CEO, deslizando que a futuro también se proyectan a Asia y África. Y agrega: ‘El IPO es el camino que más me hace sentido, pero queda para eso, porque tenemos la convicción de que queremos crecer mucho más antes de abrir Betterfly a la bolsa. Pero para allá vamos. Por lo que estamos creando —una nueva categoría—, la consolidación es algo menos evidente. Si tuviera que decir plazo, 2025 es una fecha lo más tangible para un IPO, dentro de lo intangible que puede ser’.

Como toda compañía en crecimiento acelerado, explica el CEO, primero están invirtiendo, pero está estructurada para que tenga un camino a la rentabilidad. ‘No tenemos utilidades todos los meses porque la reinvertimos en equipos, personas y tecnología. Pero el nivel de los uniteconomics que se mide a través de las suscripciones, son muy sólidos y bien estructurados, lo que nos permite crecer de una manera financiera muy eficiente. Nosotros hoy día podríamos decidir quedarnos en Chile y en Perú y ser rentables hoy, pero queremos llegar a muchos mercados y seguir innovando. Y la única manera de hacerlo es invirtiendo’, dice.

‘Uno de nuestros valores en Betterfly es pensar y soñar en grande y tomar riesgos. Tenemos claro que nos vamos a tropezar, pero apuntamos a construir una compañía global’, dice Eduardo. Cristóbal complementa: ‘Tenemos un equipo dedicado exclusivamente a la apertura de países, que parten trabajando mucho antes’.

Eduardo llegó a participar en el triatlón de Hawai y en 2018 bajó su marca de 9 horas: 8 horas y 51 minutos, transformándose en el latinoamericano amateur más rápido en ese ironman. Y fue subcampeón del mundo dos años seguidos en Ironman 70.3.

– Ejecutiva del Año
Soledad Ovando: ‘Tengo un profundo compromiso con las pymes. A lo mejor no pudimos atender todo, pero hubo convicción y esfuerzo de tratar de llegar a la mayor cantidad’

La actual subgerenta de Asuntos Públicos de BancoEstado tiene una historia familiar, un matriarcado, como dice, vinculada con el emprendimiento. Su abuela paterna, Adelaida Barrientos viuda de Ovando, fue una emprendedora en Magallanes. Cuenta que en los años 30, aproximadamente, su abuela y su abuelo, un comerciante de Valdivia, se fueron a colonizar a Los Robles Río Rubens, y con la madera de un aserradero que había en la zona dieron vida a una suerte de hotel o estancia de nombre ‘Hotel Rubens’, ubicado a medio camino entre Punta Arenas y Puerto Natales, pasada obligada para quienes viajaran por la zona en aquellos años. ‘Tengo una foto de mi abuela y mi abuelo con Pedro Aguirre Cerda’, cuenta. Y agrega que incluso la vida de su abuela —que quedó sola con el hotel, pues enviudó joven— está retratada en el libro que el abogado e historiador Mateo Martinic escribió, titulado ‘Mujeres magallánicas’. ‘Mi pasión por el emprendimiento tiene que venir de ahí, de mi abuela’, agrega la ejecutiva.

Soledad Ovando nació en Santiago —pues su padre, el menor de esa familia, emigró para venir a la universidad— y tras estudiar la enseñanza media en el colegio subvencionado Carmen Teresiano y luego Ingeniería Industrial en la U. de Chile, tuvo un paso por el Ministerio de Salud y después entró a BancoEstado en 1994. Muy pronto pasó a integrar e implementar el equipo de una nueva unidad, BancoEstado Microempresas, que luego se convertiría en filial del banco, en octubre de 1996. Con solo 27 años fue gerenta de Operaciones y en el 2000, gerenta general. ‘Me tocó hacer todo: planificación, finanzas, recursos humanos. Me permitió aprender de todo, porque había que hacer de todo’, enfatiza. Por cierto, también adentrarse en un universo de personas que no se consideraban a sí mismos como microempresarios, sino que como trabajadores independientes, que no contaban con estados de resultados y que, en un mundo que no era online, para atenderlos había que estar físicamente ‘en la calle’, en zonas como La Pintana, Pedro Aguirre Cerda, Lo Prado, San Miguel, Cerro Navia, La Legua, etc. ‘Un mundo súper heterogéneo’, describe. Rememora, como ejemplo, a su primera clienta, la señora Celia Sierra, una modista que necesitaba crédito para comprar telas, su primer crédito de la vida, que se lo fueron a entregar presencialmente en vale vista. En suma, un cargo que le permitió relacionarse con el mundo gremial Conapyme, Conupia, Ferias Libres, Taxis, etc.

¿Balance? La unidad partió con 12 personas y hoy el equipo son 1.200 y está atendiendo a unos 800 mil clientes.

En 2014, Soledad Ovando partió a un nuevo rumbo en BancoEstado, a la gerencia de pequeñas empresas, al área pyme, hasta que en 2018 y por la sintonía y contacto que ya tenía con Juan Pablo Larenas (cofundador de Sistema B Chile), la alta ejecutiva aterrizó en la Asociación de Emprendedores de Chile (Asech) como directora ejecutiva, un proyecto que la entusiasmó, pues además iba a trabajar con Alejandra Mustakis, a quien conocía. ‘Una persona que admiro muchísimo’, dice, y con quien compartían la visión de trabajar temas en común.

Tras dos años regresó a BancoEstado, a mediados de 2020, en medio de los dolores que la pandemia estaba ocasionando en el mundo micro y pyme.

‘Tengo un profundo compromiso con el mundo de las pymes. Tenía clarísimo el impacto que estaba significando la pandemia para las microempresas y emprendedores. Sentí que todo lo que yo sabía, entendía y conocía de ese mundo podía hacer sentido en un momento tan crítico. Valió la pena. A lo mejor no pudimos atender todo, pero hubo convicción y esfuerzo de tratar de llegar a la mayor cantidad de empresas posibles, entendiendo que era un banco que da un crédito, no un subsidio’, dice, sobre una época en que la entidad se desplegó con Fogape Covid y Fogape Reactiva.

Hoy, cuando su nombre suena como una posible carta para la gerencia general de BancoEstado, Soledad Ovando responde: ‘Son cosas que no dependen de uno. Evidentemente me encantaría, y no solo me encantaría, lo consideraría un tremendo honor’, concluye.

← Volver al blog